domingo, 28 de marzo de 2021

De Níjar al Cabo de Gata

Paisajes extremos, playas inesperadas, montañas abruptas y pueblitos incorruptos alfombran este exuberante recorrido.

          Publicado por Viajes National Geographic y cedido por Antonio Pérez Uribe

POR NÍJAR CON GOYTISOLO

En 1960 la editorial Seix Barral publicó Campos de Níjar, la crónica de un viaje por Almería firmada por un Juan Goytisolo que por aquel entonces solo tenía 29 años. En aquella primera edición, el libro se ilustró con fotografías de otra joven promesa, Vicente Aranda, que acababa de comprarse una cámara Kodak. Esta aventura no sería la única que vivieran juntos Goytisolo y Aranda, pues a los pocos meses repetirían destino con otra ilustre, la mismísima Simone de Beauvoir.

A lo largo de la narración, Goytisolo cuenta en primera persona su periplo en coches de línea y a pie por el incógnito sur andaluz. Descubrió una provincia reseca que estaba a medio asfaltar y que vivía bajo la permanente mirada de la guardia civil. Fumó muchos paquetes de Ideales junto a los parroquianos que le salieron al paso, se asomó a todas las fondas y bares y hasta participó en el velatorio de un difunto.   

Goytisolo y Aranda retrataron una Almería triste, empobrecida y algo hostil de la que hoy –sesenta años después– ya queda muy poco. Aquella «Níjar que se incrusta en los estribos de la sierra» por cuya calle «bajan mujeres vestidas de negro y un gitano sentado a horcajadas sobre un borrico» es hoy una localidad encantadora de casitas encaladas y geranios en los balcones a la que apetece acercarse cuando el clima no está para playas.

CERÁMICA Y BALUARTES

Es Níjar el destino recurrente para la compra de cerámica, piezas de esparto y jarapas, esas típicas alfombras de retales que antiguamente se hacían con trapos viejos y que como tantas cosas en esta tierra es una herencia árabe. Sin ir más lejos, la Atalaya, una torre circular de la época de Yusuf I desde la que se ve que la blanca Níjar está rodeada de arcilla color ocre –de ahí su tradición alfarera– y también de un mar de plástico bajo el que crecen, lozanas, las tomateras ecológicas.

CÁRCAVAS Y ESTRELLAS DE CINE

Siguiendo las ondulaciones de la Sierra de Alamilla hacia poniente, entramos en el Paraje Natural Desierto de Tabernas, un territorio semidesértico rodeado de montañas que detienen las nubes del otro lado impidiendo que la lluvia consiga llegar hasta aquí. El desierto de Tabernas es barrancos, cárcavas y zanjas agrietadas que atestiguan que el agua llega en pocas ocasiones, pero que cuando lo hace reblandece la tierra desnuda y se abre paso a su antojo.

Igual que sucede con su paisaje gemelo del norte peninsular, las Bárdenas Reales, también Tabernas ha suplantado a otros territorios en el celuloide. Si por su homólogo navarro se paseó el mismísimo agente 007 en El mundo nunca es suficiente (1999) y fue el mar Dothraki de Juego de Tronos, el desierto almeriense presume de haber acogido el rodaje de más de 300 películas. Es sobradamente conocido que Tabernas fue el far west de Sergio Leone y de Clint Eastwood, pero también fue la Arabia de Lawrence (1962), la Farsalia de Cleopatra (1963) o la Túnez de Patton (1970).

LA VIDA EN EL DESIERTO

Y de todo ese glamur pretérito todavía presume este paraje al que, por cierto, fotogenia no le falta. Y aunque a simple vista el entorno pueda parecer exclusivamente mineral, también hay espacio para la vida. Aquí y allí crecen las chumberas, la retama, el esparto, el taray y una especie única de estos lares, el arbustillo leñoso (Euzomodendron bourgeanum), que con sus vistosas florecitas amarillas parece desafiar a la falta endémica de agua que sufre la zona.

MÁS CERCA DE LAS ESTRELLAS

Desde Tabernas hacia el norte, la ruta solo puede ir cuesta arriba por la Sierra de Los Filabres, donde las higueras dan paso a los pinos y la carretera se aculebra hasta llegar al altiplano de Calar Alto, desde donde se contempla la otra Almería, la verde. Quizás porque no salieron en las películas, o porque Goytisolo no habló de ellos en su Campos de Níjar, estos paisajes almerienses montañosos y arbolados no forman parte del imaginario colectivo. La gente evoca la Almería seca, pedregosa y de cielos obstinadamente azules, pero no esta, la que se levanta a más de 2000 m sobre el nivel del mar, la que bebe de los ríos y se esconde bajo la nieve cuando llegan los rigores del invierno.

Calar Alto y su observatorio astronómico hispano-alemán –cuyo potente espectrógrafo cármenes escudriña el cosmos en busca de planetas potencialmente habitables– es un buen punto de partida para dejarse caer hacia la vertiente de la sierra que da la espalda al mar y mira hacia Castilla. Aquí está la bella Serón, una de las poblaciones de ese valle del Almanzora que es rico en huertas y campos de cítricos, pero también en una historia que habla de disputas entre musulmanes y cristianos. Los nazaríes fueron quienes dieron forma y acervo cultural a este valle antes de que los reyes Católicos acabaran con el último poder de al-Andalus a finales del siglo xv.

POR PUEBLOS ANDALUSÍES

La toponimia es la más visible de las herencias árabes en una zona en la que abundan las alcazabas, las acequias y las almazaras. Y esa profunda huella también es evidente en la arquitectura –el propio Castillo de Serón es un buen ejemplo de ello– y en el gusto por las recetas elaboradas a base de almendras e higos secos.

Más allá de Serón, si bordeamos los meandros del río al-Mansura, que raramente lleva demasiada agua, topamos con otras aldeas morunas, como Tíjola, Bayarque o la más conocida Purchena, que fue la capital del reino rebelde de Abén Humeya. La localidad presume de haber recuperado los Juegos Moriscos, una competición con espíritu olímpico organizada por Humeya en 1569 y que incluía una serie de pruebas físicas, deportivas y culturales, entre las que se contaban la lucha, el lanzamiento con honda o el levantamiento de piedra, entre otros.

No muy lejos de ahí aparece en nuestra ruta otro recuerdo visible de la época andalusí. Se trata de las canteras –aún en uso– de la carcomida Macael. De ellas se extrajo el brillante mármol blanco que tanto empaque da a la Alhambra de Granada o a Medina Azahara.

DEL PALEOLÍTICO AL RENACIMIENTO

El Norte almeriense no es solo tierra de huertas y pueblos blancos de nombre exótico. Dejando atrás la Sierra de Los Filabres, allí donde Almería se encaja entre Granada y Murcia, se encuentra el Parque Natural Sierra de María-Los Vélez, que con sus moles de piedra caliza y sus extensas arboledas presenta un paisaje muy distinto a lo visto hasta el momento. En el parque abundan los senderistas que caminan a la sombra de los pinos carrascos, pero también los yacimientos paleolíticos, los abrigos y las cuevas con pinturas rupestres incluidas en el Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En una de ellas –la Cueva de Ambrosio– los almerienses de hace 7500 años dibujaron algo que hoy es el símbolo auspicioso de toda la provincia: el Indalo.

Por su parte, en Vélez Blanco sorprende el castillo renacentista que destaca en lo alto de este pueblo de trazado árabe.

DE LA ARQUEOLOGÍA A LA GEOLOGÍA

Si desde María-Los Vélez nos moviéramos hacia el norte, saldríamos de Almería, así que conviene apuntar de nuevo hacia el mar e ir acariciando las lindes de Murcia hasta Pulpí. Si la Cueva de Ambrosio atesora las más profundas raíces históricas almerienses, la Cueva de Pulpí esconde algo que es todo un emblema geológico, no solo de Almería sino de toda Europa: una geoda gigante, la segunda mayor del planeta después de la de Chihuahua en México. Su tamaño es superlativo –8 m de largo por 1,7 m de altura– y los geólogos creen que se formó hace seis millones de años, en el periodo Messiniense, por una combinación de fases kárstica e hidrotermal que dieron como resultado los cristales de yeso gigantes que hoy la recubren.

MOJÁCAR FRENTE AL MAR

Por debajo de Pulpí la tierra se encuentra con el mar y de nuevo, como decía Goytisolo, «el paisaje se africaniza un tanto». Bajando por la línea costera encontramos Mojácar, que marca el límite septentrional del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, uno de esos pueblos de casas cúbicas con techumbres planas como corresponde a las regiones de lluvia escasa y veranos implacables. Y aunque la renovación urbana no siempre fue acertada, la visión del apretado conjunto de viviendas colgadas de la montaña ha acabado por tener más adeptos que detractores.

Como ya se intuye desde fuera hay que hacer buen trabajo de piernas en las cuestas del núcleo antiguo de Mojácar, que se encaja entre los pliegues de una de las estribaciones de la Sierra de Cabrera. La herencia morisca también se percibe aquí, en esos callejones laberínticos donde la circulación de vehículos es físicamente imposible, en esos cul-de-sac repletos de macetas y en una fiesta de Moros y Cristianos que es el orgullo de sus habitantes.

GARRUCHA, SU GAMBA Y SU ENCANTO PESQUERO

A los pies de la vieja Mojácar, más allá de aquella Mojácar Playa que floreció con las libras y los francos de los turistas sesenteros, está Garrucha, un escueto municipio de tradición pescadora famoso por tener la mejor gamba roja de toda la provincia. La gamba es un motivo de peso para visitarla, pero también lo son los sargos, las melvas, las sardinas o los jureles que a diario arriban a la lonja, el corazón de Garrucha, y que aquí se sirven fritos, a la parrilla, en zarzuela o asados en una moraga según el día.

HALLAZGOS PLAYEROS ANTES DE LLEGAR AL CABO DE GATA

Un poco más al sur, la carretera que va al municipio de Carboneras se abre paso como abierta a cincel a través de un páramo de piedra color gris y óxido, donde la vegetación es escasa, rala y polvorienta. Es este el reino de lagartijas y lagartos que lidian bastante bien con las temperaturas extremas y la sed que siempre pasa la tierra.

Carboneras queda fuera de la protección del Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar, pero cuenta con dos playas que han alcanzado fama mundial por motivos radicalmente opuestos. Una de ellas es la hermosa Cala de los Muertos, de arenas de calidad casi tropical y esbeltas formaciones rocosas a la que, como tantas playas en este litoral, se llega descendiendo a pie por una pendiente abrupta y desmigajada. Su relativo aislamiento permite cierta intimidad incluso en pleno verano. La otra playa, la infame, es la del Algarrobico, con su hotel fantasma convertido en todo un símbolo de la lucha por la conservación natural de la costa mediterránea y por extensión de todo el litoral español.

AGUA AMARGA: ENTRE LO HIPPY Y LO GENUINO

Agua Amarga es la siguiente de las poblaciones rumbo sur. Se trata de un enclave de ambiente hippy-chic donde apetece comprarse unos bombachos y unas alpargatas, desarraigarse un poco de lo de siempre y tantear esa vida bohemia a la que invita todo este litoral. Agua Amarga tiene un buen número de bares y restaurantes al sol que ofrecen las muy recurrentes cervezas frías con tapas de tortilla o boquerones fritos. Pero si se busca bien –e igual sucede en todos los pueblos del Cabo de Gata– también hay garitos que sirven lo de aquí, lo que mejor conocen los autóctonos: platos heredados de una época de escasez en la que había que hacer malabarismos con los ingredientes. Son el arroz caldúo, los platos de gurullos, la carne al ajillo o las migas de harina que aquí en Almería se comen, por tradición, en los días de lluvia.

EL CABO DE GATA DE PLAYA EN PLAYA

Entre Agua Amarga y San José hay que ir haciendo escala en esas playas, a veces de arena a veces de guijarros, que son el bien turístico más obvio de Almería. Aunque algunas cuentan con un buen acceso por carretera –como las muy célebres Genoveses y Mónsul, en la imagen–, hay muchas otras en el Cabo de Gata cuyo disfrute está reservado a quienes estén dispuestos a realizar una caminata más o menos ardua. En esta segunda categoría se incluyen, por ejemplo, las calas del Lance y su vecina Barronal, la Cala de En Medio con sus extraordinarios perfiles geológicos o la desenfadada San Pedro, con posidonia en el centro y fondos rocosos a los lados donde es fácil ver meros. Pero hay más, muchas más; conviene escudriñar el mapa, echarse a andar y descubrirlas sin esperar a que nadie nos las haya recomendado.

CABO DE GATA... MUY EN EL FONDO

Todos esos acantilados y formaciones rocosas que sirven de telón de fondo a las playas del Parque Natural de Cabo de Gata y que configuran su valioso Geoparque no terminan ahí, sino que tienen su continuidad bajo el mar. Aquí, el paisaje sumergido es abundante en paredes verticales, grutas y otras estructuras pétreas propias de los lugares que tienen un origen volcánico. Las anémonas y las esponjas se aprietan en los salientes, y en las oquedades se refugian los coloridos peces verdes (Thalassoma pavo), los reyezuelos (Apogon imberbis) y los rascacios (Scorpaena porcus), para deleite de los submarinistas.

OTRAS MARAVILLAS ACUÁTICAS

Más allá de la muy vibrante localidad de San José, llegamos a otro espacio que vive bajo el paraguas protector del parque natural, que es a su vez Reserva de la Biosfera. Se trata de las Salinas del Cabo de Gata, ubicadas en una antigua albufera convertida en explotación salinera probablemente por los fenicios. Y si ya es destacable que sigan extrayendo sal de aquí 3000 años después, su mayor interés radica sin embargo en el excepcional valor ecológico de su humedal, que está incluido en el Convenio RAMSAR. Existe un itinerario peatonal señalizado y varias casetas para la observación de las más de 80 especies de aves que se avistan en la zona, como flamencos, garzas y garcetas o charranes, que viven o visitan las salinas a lo largo del año.


DESNUDA Y VERDADERA

Convendría terminar la ruta en algún punto emblemático, uno de esos cuya visión, olor y sensaciones se nos peguen a la memoria como una lapa. Y en la bonita Almería ese lugar podría ser muchos. Podemos escoger una belleza natural digna de un repique de tambor como es el Arrecife de las Sirenas, ubicado a pocos metros de otro icono fotográfico, el faro del Cabo de Gata. Y aunque no sea en realidad un arrecife sino un conjunto de islotes y escollos volcánicos siempre enjoyados de espuma, el enclave regala una de esas estampas puras, sin artificios, como casi todo lo que ofrece esta provincia mediterránea.

Ya lo dejó escrito Goytisolo: «Por esto me gusta Almería. Porque no tiene Giralda ni Alhambra. Porque no intenta cubrirse con ropajes ni adornos. Porque es una tierra desnuda, verdadera...». Y no podemos estar más de acuerdo. 

sábado, 20 de marzo de 2021

Las Juderías más bellas de España y Portugal

 Publicado por Viajes National Geographic














JUDERÍA DE GIRONA

La Pujada de Sant Domènec, en el call (del latín callis, conjunto de calles estrechas) de Girona, es uno de los rincones más hermosos de su judería. Activa entre los siglos X al XV, acogió la segunda comunidad judía en número de Cataluña, después de la de Barcelona. A pesar de que hace siglos que los judíos fueron expulsados del barrio antiguo de la ciudad, su trazado y el entramado de empinadas callejuelas todavía recuerda el aspecto que ofrecía en la Edad Media. Durante su momento de esplendor, el barrio judío contaba con carnicería, pescadería, horno, talleres de sastres, zapateros, tejedores, barberos, consultorios de médicos y astrólogos, además de una reconocida escuela cabalística y varias sinagogas. En el solar de una de ellas se encuentra hoy el Centre Bonastruç ça Porta, sede del Museo de Historia de los Judíos de Girona.














 

IGLESIA DE SAN VICENTE, ÁVILA

Los orígenes de la iglesia de San Vicente conectan la historia de la ciudad con la presencia judía. Cuenta una leyenda que, tras haber sido mordido por una serpiente venenosa, la víctima, un judío, prometió a Dios convertirse al cristianismo si conseguía curarse. Como se salvó, construyó él mismo el templo primitivo que se convertiría en esta iglesia. A pesar de que los testimonios arquitectónicos que quedan en pie en la judería de Ávila son escasos, aún se pueden recorrer calles como la de los Reyes Católicos, donde había instalados numerosos comercios judíos y la sinagoga de Belfarad, o la antigua calle de los Zapateros –hoy Vallespín– en referencia a uno de los oficios más extendidos entre la comunidad sefardí.














  JUDERÍA DE PLASENCIA (CÁCERES)

Los de Cáceres la llaman “la perla del Jerte”. Y basta ver donde se ubica, en un paisaje de cerezos junto al río, para ver que no es una exageración. Pero no hay que dejar que el cercano Valle del Jerte quite protagonismo a la belleza monumental de Plasencia, donde los rasgos de las antiguas juderías son aún visibles. Y es que los sefardíes están presentes en la ciudad desde poco después que Alfonso VIII de Castilla la dotara con un Fuero para facilitar la repoblación de la zona. Vivió su época dorada en el S XII, cuando los judíos ocuparon principalmente las calles de Trujillo y Zapatería y también en la Plaza Mayor. Parte de ese ambiente se siente aún hoy en día recorriendo las serpenteantes calles. Pero, la joya de la judería de Plasencia es el cementerio judío. Tal como dictan las leyes talmúdicas, se encuentra en una ladera, en pendiente, en un terreno virgen mirando a Jerusalén.















ALJAMA DE SANTA CRUZ, SEVILLA

La mayoría de historiadores coinciden en que la judería sevillana es, posiblemente, una de las más antiguas de la Península Ibérica. El barrio vivió su apogeo en el siglo XIII y tuvo tres sinagogas, las actuales iglesias de Santa María la Blanca, San Bartolomé y otra ubicada en lo que hoy es la Plaza de la Santa Cruz. Una de las calles más icónicas del barrio de la Santa Cruz es la calle de la Judería, donde se pueden contemplar el arco y el torreón que formaban parte de la puerta que comunicaba el Alcázar con el barrio judío.














  JUDERÍA DE TARAZONA (zaragoza)

La antigua sinagoga, la calle Judería, la Casa de la Carnicería y el cementerio son algunos de los testimonios repartidos entre la judería vieja y la nueva de la localidad zaragozana de Tarazona. Su antigua almaja cuenta con una larga trayectoria que, debido a su aislamiento provocado por la complicada orografía, se ha conservado en muy buen estado. Sin embargo, lo que más llama la atención son las espectaculares casas colgadas. Ubicadas en el límite norte de la judería vieja, fueron construidas en la misma muralla y las ocupaban linajes de la baja nobleza. 




















JUDERÍA DE SAGUNTO (VALENCIA)

La costa valenciana de Sagunto es famosa por su ambiente veraniego, pero algo más al interior está en núcleo antiguo de la ciudad, un museo al aire libre que concentra más de 2.000 millones de años de historia, desde la época de los romanos. Precisamente ya en la Sagunto romana había presencia judía, tal como demuestran dos láminas de plomo en las que se lee el nombre de Dios –Iao– en caracteres hebreos. Fueron encontradas en el castillo y serían la prueba más antigua de la existencia de una comunidad judía en España. La icónica Puerta de la Sangre (popularmente, Portalet de la Judería) es la entrada al antiguo barrio judío. Vale la pena pasear por este bello escenario de callejuelas, plazoletas, casas encaladas y ventanas ojivales. El edificio más importante es la casa de la aljama, también conocida como Casa de los Berenguer. Durante parte de la Edad Media esta fue la residencia del clavario de la aljama, el responsable económico de la comunidad. Junto a ella estaba la sinagoga, hoy desaparecida.  














  JUDERÍA DE CÓRDOBA

En la Córdoba del siglo X, la cultura judaica vivió su Edad de Oro en la Península. Además de ser la cuna del reconocido médico y filósofo judío Maimónides, la judería cordobesa tiene su origen en tiempos del Imperio romano, aunque su momento de mayor esplendor tuvo lugar durante la dominación musulmana. Tras la conquista cristiana de la ciudad los judío se establecieron cerca del Alcázar. La calles estrechas y los patios interiores son dos elementos característicos del barrio en el que también se pueden visitar la Casa de Sefarad, la Casa del Judío, una sinagoga, la calle de los Judíos o el cementerio. Un conjunto que reconstruye a la perfección la vida y la historia de la comunidad judía en Córdoba.















JUDERÍA AMURALLADA DE CÁCERES

La presencia judía en la ciudad extremeña se remonta a la dominación musulmana, allá por el siglo XIII. El barrio de la judería se encuentra dentro de las murallas del centro histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad, junto a la Plaza Mayor. La antigua sinagoga mayor es hoy la actual ermita de San Antonio, y el barrio del mismo nombre constituía la antigua aljama, caracterizada por las fuertes pendientes de sus estrechas calles.















PLAZA TRASCORRALES, OVIEDO

La abundancia de documentos que describen la vida de la comunidad judía en la capital asturiana compensa la escasez de testimonios arquitectónicos que nos han llegado hasta la actualidad. Uno de estos documentos clave son las Ordenanzas, de 1274, que obligaban a los judíos a vivir en los límites del barrio de Socastiello, cuyas estrechas calles son el mejor testigo. En la plaza de Trascorrales, en la Ciudad vieja, se halla el edificio de las pescaderías, probablemente relacionado con los judíos, y la antigua carnicería, donde la comunidad hebrea conseguía la carne kósher.













    

JUDERÍA DE TUI,(PONTEVEDRA)

Es difícil encontrar registro escrito de los judíos en Tui antes del S. XV pero los historiadores creen que a pesar de ello, su presencia se remonta a mucho antes, al S. XIII. Ya entonces el núcleo original de una judería estaba en las cercanías de la sinagoga, en la calle Oliveira -actual calle Las Monjas- con lo que compartiría un nombre bastante común en juderías portuguesas, y posteriormente en la cercana calle de Canicouba, que es la actual Obispo Castañón. Estas dos calles mantienen en buena parte intacto el trazado y el encanto medievales. Hay dos elementos de gran importancia. El primero es una menorá grabada en una de las piedras del claustro de la catedral que sirve de prueba de la presencia de comunidad judía ya en el S. XIII. El segundo, los sambenitos que se encuentran en la catedral. Se trata de un conjunto de cinco lienzos únicos en toda Europa en los que se nombra a 14 penitenciados entres los años 1617 y 1621.














SINAGOGA DE SANTA MARIA LA BLANCA, TOLEDO

La que se considera la antigua sinagoga Mayor de Toledo es uno de los mayores símbolos de la presencia judía en la célebre ciudad de las Tres Culturas. Se cree que fue construida en el siglo XII, durante el reinado de Alfonso VIII, con una fuerte influencia del arte nazarí. La presencia judía en Toledo es fechada, al menos, desde el periodo visigodo, y en su máximo momento de apogeo llegó a albergar hasta diez sinagogas. Actualmente, ocupa casi el 10% del espacio urbano y la mejor manera de descubrirla es dejarse perder por su intrincado laberinto de calles.














CATEDRAL DE SANTA MARÍA, TUDELA (NAVARRA)

La judería vieja y la judería nueva de Tudela son testimonio de la larga presencia judía de este municipio navarro, que tuvo sus inicios en el siglo IX. Fundada en el año 802, en ella convivieron, durante más de 400 años, musulmanes, judíos y mozárabes, quienes imprimieron a la ciudad un mestizaje cultural reflejado en sus monumentos y en el trazado de sus callejas retorcidas, pasadizos, murallas y atalayas. Alrededor de la catedral de Santa María convivían dos barrios judíos y una morería. Además de varias sinagogas, recientemente se ha localizado un cementerio judío. 











 


LA PERLA DE SEFARAD, LUCENA (CÓRDOBA)

La cordobesa Lucena acogió entre los siglos IX al XII una de las comunidades judías más prósperas, por lo que su enclave era conocido como la Perla de Sefarad. El lugar llegó a acoger una afamada academia de estudios talmúdicos donde se estudiaba el Talmud, libro que contiene la tradición, doctrinas, ceremonias y preceptos de la religión judía, y que fue un punto de reunión de intelectuales, filósofos, poetas y médicos de la época. El célebre Jehudá ha Leví e incluso Maimónides, entre otros eruditos y rabinos, vivieron aquí. Lucena posee además el mayor cementerio judío de Europa, del que en 2006 se documentaron más de 300 tumbas.









    

JUDERÍA DE HERVÁS (CÁCERES)

El pueblo extremeño de Hervás, donde los sefardís introdujeron la viticultura, tiene una de las aljamas medievales mejor conservadas de España. En el siglo XIII, la villa acogió a los judíos que huían del sur de la Península donde eran perseguidos. Su presencia trajo prosperidad al pueblo, en especial gracias al cultivo de la vid. Sus casas tenían en la planta baja la bodega y la cuadra, en el primer piso las habitaciones y, arriba, el granero y la cocina. Hoy la visita a esta villa cacereña del valle del río Ambroz permite evocar la fisonomía de las antiguas juderías, gracias a la preservación de su laberinto de calles empedradas y casas con entramados de madera de castaño, que acompañan la visita hasta culminar en la iglesia renacentista de Santa María de Aguas Vivas.













XUDERÍA DE RIBADAVIA (OURENSE)

Ubicado junto a la orilla del río Avia, el barrio judío de este municipio gallego se formó en torno a los siglos XII y XIII. La mayor parte de sus habitantes eran mercaderes, cuyos negocios se instalaban en los bajos de las casas para resguardar los productos del calor y asegurar así una mejor conservación de los mismos. Los elementos más característicos que todavía se conservan en esta xudería son las largas y estrechas calles, así como las plazas porticadas y los patios rodeados de fachadas.

JUDERÍAS MÁS BONITAS DE PORTUGAL













CASTELO DE VIDE

Ubicado en pleno Parque Natural de la Sierra de San Mamés, Castelo de Vide se esparce por la falda de la montaña como un manto blanco en el que la iglesia y el castillo destacan sobre los tejados naranjas. Aquí se encuentra la que posiblemente fue la última judería en fundarse de la península Ibérica. Entre 1492 y 1497 se vivió una especie de fiebre inmobiliaria y se construyó un centenar de casas para dar cobijo a las familias judías procedentes de España. La mejor forma de conocer la judería de Castelo de Vide es caminando. Eso sí, habrá que armarse de paciencia, que estas son calles empedradas y en pendiente. Las calles da Fonte, do Mercado, do Mestre Jorge o dos Serralheiros son algunas por las que se desarrolla la antigua judería. Que no sorprenda encontrar una Rúa das Espinosas, pues según dicen el gran filósofo Spinoza fue descendiente de un antiguo habitante de la villa. Para más datos, hay que pasar por el Museo de la Sinagoga, donde se han mantenido las dos salas originales, una para hombres y otra para mujeres.

TRANCOSO

Su ubicación estratégica y su escénico castillo, hizo de Trancoso uno de los pueblos clave en el tira y afloja bélico que acabó formando la frontera con el Reino de España. Para cuando llegó la expulsión de los judíos por parte de los Reyes Católicos, muchos aprovecharon la cercanía de Trancoso para asentarse. De ahí que hasta el pueblo llegara una importante comunidad judía a lo largo del S. XV que contribuyó en gran medida al desarrollo del comercio en la zona. Su testimonio aún es visible si se observa con cierta atención las casas, en las que se aprecian las numerosas marcas, candelabros, cruces, estrellas de David y palabras hebreas. Todo ello hace que pasear por esta villa medieval tenga algo de juego: ir a la búsqueda de las marcas ocultas. Completa el trayecto el Centro de Interpretación de la Cultura Judaica Isaac Cardoso.













GUARDA

Tal vez se note en el respirar que esta es la ciudad enclavada a mayor altura de Portugal. También se la conoce por ser la “ciudad de las cinco F”: “Farta, Forte, Fria, Fiel e Formosa” (satisfecha, fuerte, fría, leal y hermosa). Y aún más, la sinagoga de Guarda está considerada como la más antigua de las que hay en Portugal. La entrada principal a la judería se halla en Quatro Quinas (4 esquinas ), el punto donde, como si se tratara de una prueba iniciática, convergen tres calles que se cruzan y forman cuatro esquinas. Intramuros, el antiguo barrio judío albergó una de las principales comunidades judías de Portugal. La mayoría comerciantes, construyeron sus casas siguiendo un patrón aún muy evidente:  tenían dos puertas; la más amplia conducía al comercio, mientras que la puerta más pequeña daba acceso a la residencia familiar. En muchas de ellas aún se distinguen las cruces realizadas para indicar que en ellas habitaban “nuevos cristianos”.













BELMONTE

Con el edicto de expulsión del rey D. Manuel, algunas comunidades prefirieron quedarse sin hacerse muy visibles. De ahí que Belmonte sea seguramente el lugar donde la presencia judaica es mayor en la actualidad. No en vano, la cultura y tradición hebreas permanecen aquí desde la Edad Media. Al llegar al pueblo, se sube al castillo por la avenida que toma nombre de su hijo pródigo, Pedro Alvares Cabral, descubridor de Brasil. Desde allí, se bajará por el entramado de calles de la antigua judería, captando la atmósfera de una aldea histórica. Muy cerca del Museo dos Descubrimientos, está el Museo Judaico.  Destacan las casas entre las calles Direita y Fonte da Rosa, con sus singulares umbrales de granito, muchos de los cuales aún conservan las marcas secretas de una sociedad que vivió en secreto sus creencias. 


TOMAR
Por si no fuera suficiente con haber sido la legendaria sede de la Orden de los Templarios, tener toda una una joya arquitectónica, Patrimonio de la Humanidad, como es el Convento de Cristo o uno de los centros históricos más bellos de Portugal, Tomar es un interesante testimonio del paso de los judíos por estas tierras: la sinagoga medieval mejor conservada del país. Del siglo XV, actualmente alberga el Museu Luso-Hebraico de Abraham Zacuto para conocer todos los detalles de las aventuras y desventuras de los hijos de Sion.