jueves, 30 de septiembre de 2021

Ni tan extrema, ni tan dura

paisajes para un otoño en Extremadura cuando llega la estación, un festival de colores y texturas conquista las tierras extremeñas

Con la llegada del otoño no se acaba Extremadura. Al contrario, comienza otra forma de disfrutar de la región. Es cuando llega la temporada de las setas, de las bellotas, de las castañas asadas, de los caminos cubiertos de hojas como si fuera un manto de rojos y ocres a nuestros pies. La luz adquiere un tono muy especial por efecto de las hojas amarillentas y rojizas que pintan los árboles. Con la llegada del otoño, los bosques y las dehesas de Extremadura regalan un disfrute introspectivo en el que zambullirse antes de que el invierno llegue con su pereza.

                                         Publicado por Viajes National Geographic

MONTANCHEZ: UN OTOÑO PARA URBANITAS

No solo produce uno de los más exquisitos jamones del mundo, también tiene un otoño mágico, y a pocos kilómetros de Cáceres o Mérida, para que la distancia no sea excusa de urbanitas perezosos. Lo primero que destaca es su castillo. Hay que subir hasta él para disfrutar de las vistas otoñales a la Sierra de Montánchez. Y atención, porque los atardeceres aquí son antológicos. En la misma ladera del escarpado risco donde se levanta el castillo, está uno de los cementerios más bellos de España. Para quienes se animen a embarrar las botas, muy cerca del pueblo, hay un bellísimo bosque de castaños de unos 2 km. de largo. De vuelta, las bodegas y los secaderos de jamón atraparán con su aroma al viajero como si fueran cantos de sirenas.  




VALLE DEL JERTE: QUE LA PRIMAVERA SON DOS DÍAS

Todo el mundo conoce el valle del Jerte por sus cerezos en flor, pero resulta que también hay otoño. Desde octubre, los mismos cerezos que asombran en flor durante la primavera se atreven con otros colores y matices, desde los ocres a los rojos, pasando por los amarillos, hasta que  finalmente, el invierno les arranca las últimas hojas dejando una alfombra roja en el suelo, para volver a comenzar su ciclo vital algunos meses después. Desde las cumbres al fondo del valle, la ‘otoñada’, como se conoce a la estación por estas tierras, llena el paisaje de colores y texturas. Durante estos meses otoñales, desde finales de octubre hasta principios de diciembre, los pueblos del valle del Jerte se animan con una diversa agenda gastronómica y cultural. Seguir la Ruta del Camino Real entre Navaconcejo y El Piornal es la mejor forma de disfrutar de una inmersión 100 % otoñal en Extremadura.



PARQUE NACIONAL DE MONFRAGÜE: LOS BRAMIDOS DEL OTOÑO

Cuando los bramidos de los ciervos comienzan a escucharse insistentes, se sabe que el otoño ha llegado a estas tierras extremeñas: la berrea es la señal. El Parque Nacional de Monfragüe es uno de los mejores lugares para disfrutar de este espectáculo natural, pues cuenta con una población estimada de entre 14.000 y 15.000 ejemplares de ciervos. Sin duda, es una de las mejores épocas para visitar el  primer parque nacional de Extremadura, situado en el centro de la provincia extremeña de Cáceres. La mejor hora del día para contemplar la berrea es a última hora de la tarde y ya entrada la noche. Por supuesto, después de tanto berreo, llega el otro gran momento del parque, en primavera, con la llegada de los cervatillos.




VALLE DE AMBROZ: EL OTOÑO MONUMENTAL

Tal vez sea menos conocido que su vecino valle del Jerte, pero su otoño es mágico. Al viajero le aguardan extensas superficies de bosques donde deleitarse de la explosión de colores y del silencio apenas roto por el sonido de los arroyos y de la fauna silvestre. Destaca la presencia de árboles monumentales con una venerable presencia tal cual ents en el mágico mundo de J. R. R. Tolkien, como los castaños del Temblar en Segura de Toro. Los municipios que constituyen el Valle de Ambroz se vuelcan cada año en su Otoño Mágico, que llena el valle de actividades culturales, gastronomía y naturaleza.




LA VERA: EL OTOÑO EN EL PARAÍSO TERRENAL

Cuando en los mapas tenían huecos vacíos en los que nadie sabía qué había, a Estrabón le dio por situar en la actual comarca de La Vera ni más ni menos que el paraíso terrenal. Aquella lengua de tierra delineada en el norte por la sierra de Gredos y cruzada por numerosos cursos de agua le debió parecer un lugar excepcional por su suave clima y la exuberancia de su flora. También le debió parecer algo así como el paraíso en la tierra al mismísimo emperador Carlos I, que eligió un pequeño monasterio cerca de Cuacos de Yuste para retirarse. En otoño, las laderas de las sierras, pobladas por robles, castaños y fresnos, rompen en una explosión de color maravillosa. Además, la granítica muralla de Gredos le confiere a la zona un clima suave ideal para los senderistas más intrépidos.

sábado, 25 de septiembre de 2021

Las cicatrices de la Tierra

Nuestro planeta cuenta con visitantes del espacio, los meteoritos, fragmentos de un posible planeta destruido en una explosión. Hace ya 65 millones de años, en lo que hoy sería Estados Unido, pudo haber caído uno, uno, enorme, cuyos efectos secundarios químicos afectaron a la biosfera terrestre. Aquel asteroide podría presentar un diámetro de 6 a 14 kilómetros y habría penetrado en la atmósfera a razón de unos 20-25 kilómetros por segundo, abriendo en ella un vacío de otros 10 kilómetros. Teniendo en cuenta que la energía cinética del asteroide tuvo que ser equivalente a los 108 mega tones, el cráter originado por la colisión habría alcanzado los 40 kilómetros de profundidad por otros 100-200 de diámetro. Pudo provocar la extinción de los dinosaurios y de casi la mitad de la vida existente en la Tierra.


















Desde entonces han sido diversos los episodios de colisiones, como el Meteor. Cráter de Arizona, con un diámetro de 1.200 metros y una profundidad de 170 metros, o el meteorito caído en Krakatoa entre el 26 y el 27 de agosto de 1883.

En el siglo XX, concretamente en 1908, a poco más de 100 kilómetros al norte de la remota población rusa de Vanavara, en Siberia, se producía una formidable explosión que arrasó 3.100 kilómetros cuadrados de bosque  de Taiga, carbonizando más de un millar de renos y abatiendo como plumas extensas masas boscosas, de sur a norte y a lo largo de más de 800 kilómetros.

En 1984 caía otro meteorito en la Antártida y más recientemente, en febrero de 2004, un fuerte temblor despertaba a 60 comuneros de Chilla Puquio (Perú), quienes descubrían un enorme hueco de unos 30 metros de profundidad en medio de los cultivos. Se piensa que fue la caída de un meteorito. Otros impactos registrados en lugares como Sudbury, Vredefort o Popígay, generaron cráteres de hasta 100 kilómetros.







Volviendo atrás en el tiempo, datos científicos también se refieren a la caída, hace 10.500 años, de un planetoide de 18 kilómetros de diámetro, cuyo impacto barrió la costra terrestre en la región sur occidental del Atlántico Septentrional. 

Y si los meteoritos han dejado a lo largo de la historia cicatrices en la Tierra, también las dejará la vejez y la muerte del Sol. Si se equipara la edad del astro a la de una persona, ahora mismo tendría  unos 40 años. Pero a medida que envejezca, la Tierra se volverá más inhóspita hasta acabar convirtiéndose en un desierto inhabitable. El Sol se convertirá en un gigante rojo cuando agote el gas de hidrógeno, dentro de unos 5000 años. El calentamiento global va camino de convertir a la Tierra en un lugar ardiente y seco y, a largo plazo, casi sin vegetación. Únicamente podrán sobrevivir los reptiles en esas condiciones.

Todo apunta que un día las personas tendrán que ir pensando en largarse de aquí. Estamos agotando la Tierra. Quién sabe si la alternativa será el planeta Marte. Dentro de un tiempo podríamos vivir allí, pero la verdad es que sería complicado.

                                                    José Castillo Rubiño

 Socio 875 de la Asociación de Retirados de la GC de Tráfico

 

viernes, 17 de septiembre de 2021

Vivencias de la Guardia Civil

 Cedidas por nuestro buen amigo y compañero Julián Ruiz-Cantabrana Díez 


                      RADIO TRICORNIO VIEJO 


Sabéis que "Radio Tricornio Viejo", era el cauce por el que publico algunas anécdotas o sucedidos en la Guardia Civil, durante mi vida en este Benemérito cuerpo, principalmente durante los años que viví en Casa-Cuarteles con mi padre, Cabo 1º y Sargento Comandante de Puesto durante mis años anteriores a ingresar yo en el Cuerpo, que lo hice en Enero de  1957.

Como se creía que terminaba la pandemia y finalizaría nuestro confinamiento, di por finalizado este medio de comunicación. Pero vemos que esto se prolonga  ¿Hasta cuándo?, ni se sabe, por lo menos mientras dure este nefasto Gobierno, por lo que he decidido seguir contando alguna anécdota de aquellos años, para que nos sirva de contacto y entretenimiento

Por suerte o desgracia, mas bien por desgracia de entonces, a mi padre le tocó desde que terminó la guerra civil, estar destinado en diversos pueblos de diferentes provincias., menos en la que deseábamos.  La Rioja, de donde somos toda la familia. 

Corría el año 1950 cuando mi padre, Cabo 1º. fue destinado desde la localidad de Pozoblanco (Córdoba) a una aldea de Fuenteovejuna también de Córdoba. Os preguntareis y por qué fue destinado. Os lo explico : En aquella época Sierra Morena estaba infectada de “bandoleros” o maquis” y  aquel año , una partida de unos 15 bandoleros ocuparon dicha aldea, rodeándola para que nadie entrase ni saliese,  haciéndose los dueños de todo el pueblo, y después de mantener tiroteo con varios vecinos que no pudieron secuestrar, al final se conformaron con secuestrar al hijo de una familia de labradores y se lo llevaron con ellos, pidiendo posteriormente rescate y soltándolo después de varios meses.














 A raíz de este suceso, el Jefe de la Comandancia dispuso que se instalara en esa aldea un Destacamento Fijo de la Guardia Civil ( destacamentos móviles había por toda la sierra) y como en este mundo, muchas veces destacar como trabajador, cumplidor de lo dispuesto y buena persona, podríamos decir que  acarrea problemas, pues ahí tenemos que dicho Jefe llamo a mi padre encomendándole el hacerse cargo del referido destacamento fijo, que creía valía para ello y tal y cual, total que tuvimos que marchar toda la familia a vivir a la referida aldea., donde permanecimos más de 3  años.

¿Como vivimos en aquella aldea?, A fuer de ser sincero, vivimos estupendamente, la gente maravillosa, nos recibieron como de la familia., tendría la aldea unos 200 habitantes, todos agricultores, muy familiares. Mi padre fue al mando de 5 guardias civiles solteros. Nosotros teníamos alquilada una casa de labranza y los 5 solteros vivían en otra que hacia las veces de cuartelillo y se organizaron en un “imperio” como llamaban entonces, para las comidas, lavado de  ropa y todo lo demás. El destacamento tenía a su cargo además de aquella aldea, otras 3 sitas unos 4 kilómetros unas de otras  y varios cortijos aislados.













Allí como os podéis figurar no había tiendas, solo un par de bares y un “latonero” buen artesanos para arreglar sartenes, cazos y pucheros, por no haber no había ni panadería. Cada familia o bien tenía su horno en el patio de casa o usaban uno colectivo que había en el pueblo y que al fin usábamos nosotros también. Los vecinos como cosechaban trigo, lo llevaban con el carro o a lomos de caballerías a la fábrica de harinas que había en otra aldea mayor sita a unos 4 kilómetros y hacían el trueque de trigo por harina.  . Todos tenían gallinas, conejos, huerta, y hasta olivos y cereales. Ah, se me olvidaba, periódicamente iba  una  pescatera  con una burra desde la localidad cercana de Peñarroya llevando  sardinas y otros pescados para vender por las casas.

Y nosotros y los guardias ¿que teníamos?, pues aparte de ganas de comer, tuvimos que ir arreglándonoslas para adquirir otras cosas, para no tener que depender solamente de LA CARNE Y EL CHORIZO QUE NOS MANDABA  ALONSO VEGA desde la carnicería de Noreña, que por cierto había que ir a por ello todos los meses a Córdoba capital, teniendo que hacer varios trasbordos en autobús. Así que nos hicimos con gallinas, conejos, cerdos, e incluso nosotros una cabra para que nos diera leche. Comprábamos algún saco de trigo a algún vecino y con una burra que nos dejaba una señora, ahí tenéis al amigo Julián, periódicamente yendo a cambiar el trigo   por harina en la citada próxima fábrica. Y se compraba pescado cuando lo había. De comer no faltaba, al revés era muy abundante, carne de cerdo, jamones ibéricos de pata negra (de bellota) chorizos y morcillas a tutiplén, leche, huevos, carne de conejo , pescado etc. y cuando iban a Córdoba debían traer especialmente garbanzos , lentejas y arroz. El aceite no faltaba, pues había en la demarcación varios “molinos” de aceitunas.  

Bueno , algo os he contado de este periodo de mi vida ( de13 a 16 años) y estancia en aldea de Sierra Morena, No se si os aburriré con estas cosas, pues vosotros también habréis tenido vuestra historia. Hoy doy por terminado este relato, que PUEDO CONTINUAR CON MAS ANECDOTAS: como llegamos hasta allí, como  eran mis estudios, en que nos divertíamos, como hacíamos la fiesta de El Pilar etc,  etc . Si os parece que merece la pena y siga detallando estas cositas, para entretener  y mantener el contacto...        Un abrazo …..Cantabrana

 

 

sábado, 11 de septiembre de 2021