Nuestro planeta cuenta con visitantes del espacio, los meteoritos, fragmentos de un posible planeta destruido en una explosión. Hace ya 65 millones de años, en lo que hoy sería Estados Unido, pudo haber caído uno, uno, enorme, cuyos efectos secundarios químicos afectaron a la biosfera terrestre. Aquel asteroide podría presentar un diámetro de 6 a 14 kilómetros y habría penetrado en la atmósfera a razón de unos 20-25 kilómetros por segundo, abriendo en ella un vacío de otros 10 kilómetros. Teniendo en cuenta que la energía cinética del asteroide tuvo que ser equivalente a los 108 mega tones, el cráter originado por la colisión habría alcanzado los 40 kilómetros de profundidad por otros 100-200 de diámetro. Pudo provocar la extinción de los dinosaurios y de casi la mitad de la vida existente en la Tierra.
Desde entonces han sido diversos los
episodios de colisiones, como el Meteor. Cráter de Arizona, con un diámetro de
1.200 metros y una profundidad de 170 metros, o el meteorito caído en Krakatoa
entre el 26 y el 27 de agosto de 1883.
En el siglo XX, concretamente en 1908, a
poco más de 100 kilómetros al norte de la remota población rusa de Vanavara, en
Siberia, se producía una formidable explosión que arrasó 3.100 kilómetros
cuadrados de bosque de Taiga,
carbonizando más de un millar de renos y abatiendo como plumas extensas masas
boscosas, de sur a norte y a lo largo de más de 800 kilómetros.
En 1984 caía otro meteorito en la Antártida y más recientemente, en febrero de 2004, un fuerte temblor despertaba a 60 comuneros de Chilla Puquio (Perú), quienes descubrían un enorme hueco de unos 30 metros de profundidad en medio de los cultivos. Se piensa que fue la caída de un meteorito. Otros impactos registrados en lugares como Sudbury, Vredefort o Popígay, generaron cráteres de hasta 100 kilómetros.


Volviendo atrás en el tiempo, datos científicos también se refieren a la caída, hace 10.500 años, de un planetoide de 18 kilómetros de diámetro, cuyo impacto barrió la costra terrestre en la región sur occidental del Atlántico Septentrional.
Y si los meteoritos han dejado a lo largo de la historia cicatrices en la Tierra, también las dejará la vejez y la muerte del Sol. Si se equipara la edad del astro a la de una persona, ahora mismo tendría unos 40 años. Pero a medida que envejezca, la Tierra se volverá más inhóspita hasta acabar convirtiéndose en un desierto inhabitable. El Sol se convertirá en un gigante rojo cuando agote el gas de hidrógeno, dentro de unos 5000 años. El calentamiento global va camino de convertir a la Tierra en un lugar ardiente y seco y, a largo plazo, casi sin vegetación. Únicamente podrán sobrevivir los reptiles en esas condiciones.
Todo apunta que un día las personas tendrán que ir pensando en largarse de aquí. Estamos agotando la Tierra. Quién sabe si la alternativa será el planeta Marte. Dentro de un tiempo podríamos vivir allí, pero la verdad es que sería complicado.
José Castillo Rubiño
Socio 875 de la Asociación de Retirados de la GC de Tráfico

Muy interesante lo enviado por nuestro compañero Rubiño , al que cariñosamente llamo "el cabo Rubiño ", por que se que está muy orgulloso de haber sido ( cabo en el Ejercito Español).
ResponderEliminarUn abrazo amigo
Muy buen reportaje publicado por mi primo hermano Jose Castillo Rubiño
ResponderEliminarFrancisco Rubiño
Estimado compañero y amigo Sr. Carricondo, Gracias por su comentario. Recuerdos y un virtual abrazo. José Castillo Rubiño. ( josecasrub@hotmail.es )
ResponderEliminarEstimado Primo hermano Francisco Rubiño Álvarez, Gracias por tu comentario, muchos recuerdos y un abrazo.
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