sábado, 19 de febrero de 2022

Nadie es profeta en su tierra

Radio Tricornio Viejo



Animado por mi amigo Julián Ruiz-Cantabrana Díez y de otros compañeros que han explicado sus vivencias en los cuarteles que han estado, voy a explicar un poco mi experiencia en un cuartel en el que estábamos unas personas viviendo y que por lo relatado “parece ser que éramos tercermundistas”.

Todos los refranes son ciertos y éste me pilla a mí de lleno por lo que paso a explicar a continuación:

Corría el año 1958, yo tenía 23 años y estaba destinado como Guardia Civil, en el Puesto de Especialistas de Mahón, perteneciente a la 244ª Comandancia de Inca (Baleares).

Pueblo de 30.000 habitantes, salas de fiestas, cines, fútbol y el mejor destino que he tenido en el Cuerpo ya que el servicio era bastante llevadero y había tiempo libre para que los jóvenes lo pudiéramos pasar bien.

Al llevar tres años de servicio, había la posibilidad de solicitar destino a otra Comandancia y como no, se me ocurrió solicitar la 236ª Comandancia Almería (que era mi tierra).

La Comandancia de Almería, tenía 42 Puestos de playa, que estaban distribuidos a lo largo entre los 217 kilómetros de costa, que había entre las provincias de Murcia y de Granada.

En el mes de Mayo del mismo año, en el Boletín Oficial del Cuerpo, vino mi traslado a la Comandancia de Almería.

Había tres Puestos de playa, Cala Cristal, Loma Pelada y San Miguel (que tenían fama de ser los peores de la Comandancia).

Después de visitar a la familia, hago la presentación en la Comandancia y me dicen que el Teniente Coronel Primer Jefe, había decidido, que yo fuese destinado a uno de ellos (San Miguel), un Cuartel solo para personal soltero a 12 kilómetros de El Ejido y a tres de Guardias Viejas (sin ninguna casa a su alrededor).

Otro compañero, que lamento no recordar su nombre y yo, fuimos los afortunados en este destino y nos encaminamos hacía él.

Nos adjudicaron un fusil a mi compañero y a mí un subfusil de los llamados “naranjeros”, con su correspondiente munición y cargados con la pistola, la maleta y algún bulto de mano, cogimos el coche de línea (en Almería), que nos dejó en El Ejido, después de recorrer 34 kilómetros.

El Ejido en aquella época, era una pedanía que pertenecía al Ayuntamiento de Dalías, posteriormente se independizó y actualmente es uno de los pueblos mas importantes de la provincia con más de 80.000 habitantes.

En esta Población hicimos el trasbordo y en una furgoneta grande nos trasladamos a Guardias Viejas, una barriada en la que había una única tienda, en la que se podían adquirir productos alimenticios y artículos de primera necesidad.

Llegamos ya por la noche y preguntamos a unos vecinos, donde se encontraba el Cuartel de San Miguel, nos indicaron la dirección que teníamos que seguir y nos advirtieron que habría unos tres kilómetros de distancia.

Con todo nuestro equipaje ya mencionado anteriormente, empezamos a andar hasta nuestro destino y llegó un momento en el cual quedamos desorientados por la obscuridad de la noche y sin saber donde nos encontrábamos, en una palabra estábamos perdidos.

No sabíamos que hacer y observamos a lo lejos una luz, nos encaminamos hacía ella y comprobamos que era un cortijo, las puertas estaban cerradas y después de identificarnos como la Guardia Civil, salió un señor con un quinqué en la mano y muy amablemente nos invitó a entrar en la vivienda.

Nos dijo que llevábamos la dirección cambiada y nos aconsejó que nos quedáramos allí a descansar y a pesar de que le hicimos ver, que nuestra intención no era molestarle y que íbamos a continuar hasta encontrar el cuartel, nos convenció que lo mas razonable era quedarnos allí y así lo hicimos.

En el pajar nos improvisó una cama con unas mantas y allí pasamos la noche, que por cierto dormimos de un tirón y nos pareció un hotel de cinco estrellas, ya que estábamos muy cansados con el día tan largo que habíamos tenido.

Al día siguiente el dueño del cortijo nos acompañó y en una caballería a la que colocó un serón y montamos las maletas y los bultos, emprendiendo nuevamente el camino hacia nuestro destino.

Al final llegamos al cuartel de San Miguel, una caseta de obra, a unos 150 metros de la orilla del mar, dos habitaciones que se usaban de dormitorio y una cocina.

Otra habitación que era la   sala de armas y de oficina del Comandante de Puesto, sin alumbrado eléctrico, sin agua corriente y careciendo de wáter, aseos y por supuesto sin teléfono.

Nuestros puestos limítrofes eran Guardias Viejas (donde estaba la Línea) y Príncipe Alfonso y pertenecíamos a la Compañía de Adra.

El lugar donde estaba enclavado el Cuartel de San Miguel, actualmente es una bonita urbanización llamada Almerimar, con piscinas, varios hoteles, campos de golf y una población que pasa de los 8000 habitantes y que pertenece a El Ejido.

Como podréis imaginar ante esta situación y comparando mi anterior destino, el cambio había sido radical, había pasado de tenerlo todo a “no tener nada” y entonces me acordé del refrán que menciono al principio, pero bueno la juventud todo lo puede y con bastante dificultad traté de recuperarme poco a poco y al final lo conseguí.

La plantilla del Puesto la componían 5 guardias y el Comandante de Puesto, había dos postas por la noche y un vigilante durante el día. No teníamos servicio de puertas.


 

A los diez días se incorporó el Sargento Juan, soltero, (en el argot de la Guardia Civil “un caimán” (tenía 45 años), de carácter bonachón   y que fue un padre para nosotros, una gran persona, nos ayudó todo lo que pudo, dadas aquellas circunstancias y  del que guardo un gran recuerdo.

El mobiliario del acuartelamiento: era una taquilla para cada uno, una mesa para la cocina, seis sillas, un quinqué para alumbrarnos y un infiernillo de petróleo y las sartenes y ollas necesarias para hacer la comida y por supuesto platos y vasos (uno para cada uno).

También disponíamos de una cantarera. Con dos cantaros y un botijo

Disponíamos de camas de hierro (de las llamadas del Cuerpo), con un colchón de borra y dos mantas.

Había también una bicicleta que pertenecía al Puesto y que se utilizaba para desplazarnos a Guardias Viejas a la tienda, a comprar provisiones.

La sala de armas tenía un armario para guardar las carpetas del Cuerpo con la documentación y un armero para los fusiles y una mesa. (En esta sala dormía el Sargento).

Los compañeros me pusieron al corriente de la situación, cada día uno de nosotros tenía que ir a por agua para beber,  (en un pozo a dos kilómetros, hacia la montaña ) , hacer la comida para todos, fregar los platos en agua del mar y tener la casa limpia. (Menuda tarea para quien estaba acostumbrado a encontrárselo todo a punto y sin hacer nada).

Solo se hacía para la comunidad el primer plato, que solía ser de “cuchara”, el segundo plato corría por cuenta de cada uno (para ello guardábamos en nuestras taquillas los productos necesarios, huevos y embutidos).

Entre sus obligaciones, también estaba comprar el pan y traer la comida de la tienda de Guardias Viejas (para eso nos podíamos desplazar en la bicicleta antes mencionada).

Para colmo, en la playa como es un sitio tan seco, había que tener cuidado al sentarse, porque entre las matas, solía haber algún que otro alacrán dispuestos a darnos un picotazo, (de hecho varios compañeros sufrieron de sus picaduras).

Tuvimos suerte, porque un compañero llamado Moreno, le gustaba mucho la pesca y se pasaba todo el día enganchado con la caña y conseguía abastecernos de algún pescado.

A veces, alguna barca de pescadores se acercaba y nos dejaba también pescado, que era de agradecer.

No teníamos ningún día libre y no podíamos ir de vacaciones porque en nuestra petición nos decían “se resiente el servicio”.

Que comparen nuestros compañeros actuales y podrán ver bastante diferencia, entre el hoy y el ayer y seguramente que nuestros padres y nuestros abuelos habrían estado mucho peor.

A pesar de todas estas circunstancias adversas, pudimos con todo, éramos jóvenes y lo superamos, estábamos contentos y nos llevábamos como hermanos, éramos una gran familia y al Sargento lo considerábamos como “nuestro padre”.

Durante mi estancia en San Miguel, me ocurrieron muchas anécdotas (pero que no se pueden contar), queda como “secreto del sumario”.

A los ocho meses de estar en San Miguel, pasé destinado al Puesto de la Garrofa (a 9 kilómetros de Almería), con permiso para estar en casa de mis padres en la Capital, viniendo al Puesto solamente para hacer el servicio y mi vida cambió considerablemente.

Ésta es a groso modo y explicada a mi manera, mi experiencia de mi estancia en San Miguel, que espero no os aburriera demasiado y que como veis ,  el refrán  se cumplió “ cogiéndome totalmente”.

5 comentarios:

  1. José Castillo Rubiño.19 de febrero de 2022, 19:06

    "Nadie es profeta en su tierra"
    Estimado compañero y amigo Carricondo,
    Gracias por obsequiarnos a través de sus palabras, el arte y la reflexión, de tan interesante narración como esta Vivencias en los cuarteles. ¡Muchas Felicidades! ..Un abrazo. (A, 19/02/2022) José Castillo Rubiño.

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  2. pedro de miguel astorga19 de febrero de 2022, 19:25

    Amigo y compañero Carricondo.
    Me ha encantado tu historia como guardia civil de rural en ese puesto tan mísero, ya me gustaría que los guardias civiles de hoy supieran lo que han pasado sus ancestros que nunca se quejaban a pesar de las carencias de todo.
    Me quedo sorprendido por las fotografías que aportas de aquellos años y con tu permiso guardo para mi archivo del Cuerpo.
    Fuerte abrazo.

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  3. Amigo Juan: Los comienzos, dice el refrán, " no son buenos " pero en tu caso, fue al revés, en tu primer destino en Mallorca, buen alojamiento en un hotel, las comidas hechas y servidas, buenas ´titis", locales de ocio y distracción etc. etc. De lo malo a lo bueno, se pasa bien, pero al revés, cuesta más.
    La juventud, dicen lo puede todo. Hacíais vida de ermitaño a la fuerza, desde luego con todas las carencias y más, de la época y circunstancias. Creo que exageras cuando dices que vivíais en un cuartel, a mi corta apreciación, es una casa ruinosa aislada en la playa.
    Esto me trae el recuerdo los primeros cuarteles, al principio de crearse la Guardia Civil, (igual que cuando hice yo el 8º Curso de tráfico en tiendas de campaña de lona, año 1960 en pleno invierno en EL Escorial).
    Hasta la Constitución año 1978, la Guardia Civil estuvo congelada en el tiempo. Bien, volvamos al cuartel de playa. El amor lo puede todo, por amor a tu tierra Almería y cuando saliste de motorista, volviste a ella, todas las vicisitudes que por ello has pasado, han ido formando tu persona y profesionalidad. Por amor, la convivencia con los compañeros y organización del día a día fue creciendo y de ahí surgieron valores de sacrificio, compañerismo, amor al servicio a la Patria etc. En la vida fácil, no se dan estos valores.
    La vida en los cuarteles, es parecida y a la vez distinta, cambian los compañeros y las instalaciones más o menos confortables. Creo que el mejor cuartel para nosotros fue aquel que siendo niños vivíamos con nuestros padres. Que tomen nota las nuevas generaciones que sin sus antecesores, ellos no existirían y que cuando un retirado se identifique ante ellos, tengan la atención de atenderle con amor y respeto, pues todos algún día llegarán a ser retirados,, como dice el Evangelio con la vara...
    Se respira un malestar general de olvido y desamparo por parte de los gobiernos y Jefes hacia los guardias cuando pasan a la situación de retiro, esperemos que la cosa cambie.
    Tu por amor a la Guardia Civil y para que en Cataluña no se olviden que hubo una época que existió la Guardia Civil de Tráfico, creaste la Asociación de Retirados de la misma, con más de mil socios, cuyas actividades son: culturales, asistencia a actos castrenses, visitas a Academias del Cuerpo y acuartelamientos. La Guardia C. concedió a la Asociación la medalla de la G. C. con distintivo blanco. Ya que cito las medallas, en los actos oficiales casi todos llevan medallas, se ve que las conceden a espuertas, en nuestro tiempo cuando hacíamos un servicio extra, con un poco de suerte te felicitaba el Jefe de la Comandancia. Sigue escribiendo que me gustan mucho tus artículos.
    Un abrazo de tu amigo. Enrique Mayo Curto, Adjunto a Presidencia Vitalicio de la Asociación de Retirados de la Guardia Civil de Tráfico.

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  4. Contesto a mi buen amigo y compañero Enrique Mayo, en relación a mis comentarios sobre "nadie es profeta en su tierra".
    Los dos hemos nacido en un cuartel de la Guardia Civil y nos hemos criado en ellos , hemos vivido de forma directa las vicisitudes y dificultades que han tenido nuestros padres para sobrevivir y sacar adelante a sus hijos.
    Hemos visto muy de cerca la disciplina a la que estaban sometidos y también nos dimos perfectamente cuenta del compañerismo y la unión que había entre compañeros y familiares, pudiendo resumir sin lugar a dudas, que todos " eremos una gran familia".
    Esta es una semilla que fué creciendo en nosotros a nuestro paso por diversos cuarteles y con distintos compañeros y que después hemos ido fortaleciendo con el tiempo.
    Recuerda cuando ibamos juntos de servicio , en nuestros tiempos de motoristas y durante las ocho horas , nos contábamos nuestras penas y alegrías e hizo que la amistad y el compañerismo fuera en aumento.
    Nuestra vida en los cuarteles , era mas o menos , mejor o peor que lo que yo decía en mi anterior escrito, pero a pesar de las dificultades, el compañerismo nunca faltó, por el contrario se fué fomentando cada vez más.
    Juntos, también hemos puesto los cimientos necesarios , para empezar a construir la Asociación de Retirados de la Guardia Civil de Tráfico, hemos estado muchos años en la Junta Directiva y actualmente tenemos cargos vitalicios .
    Hoy día, la Asociación marcha perfectamente con otros compañeros y con un colectivo superior a las ochocientas personas, que en su artículo 2 de nuestros estatutos contempla : "el fomentar el espíritu coloquial de camadería y favorecer los actos de compañerismo".
    Resumiendo lo dicho,fueron nuestros comienzos difíciles con mucha disciplina y penalidades, superados por nuestra juventud y cariño hacia nuestro Cuerpo y hemos puesto nuestro granito de arena , para que nuestra Institución sea una de las más valoradas , en la que el compañerismo sigue siendo una parte muy importante de ella.
    Tengamos salud amigo Enrique, y que podamos seguir con nuestra amistad durante los años que Dios nos deje.
    Un fuerte abrazo para los compañeros y salud y suerte para todos.

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  5. Una sección sumamente amena y edificante en la que esas vivencias, se perciben, que no salen de una pluma, salen desde dentro del corazón. Gracias por compartir las vivencias

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